El patrimonio identifica nuestras aspiraciones, inquietudes y valores, y queremos descubrirlo y salvaguardarlo para que las generaciones futuras puedan entender mejor el significado de nuestras raíces
Una obra del escultor leonés Carlos Álvarez Cuenllas.
El Camino de San Salvador es la variante del camino de Santiago que lleva de León a Oviedo, para, desde allí, dirigirse a Santiago. Se debe su origen a la peregrinación que se hacía hasta la Catedral de San Salvador en Oviedo, para allí poder visitar las reliquias. Existe un refrán muy conocido y popular que dice:
«Quien va a Santiago y no va al Salvador, honra al criado y deja al Señor«.
Dedicaremos capítulo aparte a este tema tan interesante que da protagonismo a la localidad de Carbajal de la Legua por contar con lugares hospitalarios para los peregrinos allá en la Edad Media.
En relación con nuestro trayecto de El Camino de San Salvador, en junio de 2014, se inaugura un Monumento al peregrino en la localidad de Carbajal de la Legua, a la altura del número 92 de la Avda. San Antonio, tramo del Camino de San Salvador que va desde Carbajal de la Legua a Cabanillas.
Es obra del escultor Carlos Cuenllas.
Carlos Cuenllas nace en León en 1969, es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca. Inicia su trayectoria artística y creativa en el año 1996. Pertenece al grupo de artistas surgidos de la Facultad de Bellas Artes de Salamanca que renovaron el panorama artístico tanto de León como de la Comunidad Autónoma en la década de los noventa. Ha sido reconocido con numerosos premios y cuenta con obras en varias ciudades españolas, así como colecciones públicas y privadas.
«Arquitectura», homenaje al peregrino en Carbajal de la Legua
Esta obra escultora que el autor denomina «Arquitectura», se trata de una iglesia reproducida que cuenta con vidrieras policromadas e iluminación interior. Inevitablemente, la visión de estas vidrieras nos llevan a la Catedral de León.
La escultura fue inaugurada en 2014 por el presidente de la Diputación, con objeto de impulsar el Camino de San Salvador y, de ese acontecimiento, permanece una placa que conmemora la inauguración.
«Arquitectura». Tal vez la iglesia más pequeña del camino de Santiago, se puede acceder al interior desde una puerta en la peana de la escultura. Situada en Carbajal de la Legua (Ayuntamiento de Sariegos, León); pertenece al Camino de San Salvador, un ramal del Camino de Santiago. La pieza está hecha de acero inoxidable, acero corten y vidrio.
Esta es una escultura-arquitectura, con la que el espectador puede interactuar, puede entrar en ella (Como en la escultura del coche de carreras, ubicada actualmente en la calle Ordoño II de León). He diseñado los cristales a modo de vidrieras para que la persona pueda sentir las sensaciones que puede alcanzar en la soledad de un templo, eso sí, con todo lo que implica el cambio de escala.
No obstante, por seguridad, de momento, sólo se puede acceder al interior en ocasiones especiales.
Exteriormente, esta «pequeña arquitectura» nos recuerda por sus formas a las iglesias tradicionales, a pesar de que sus paredes de acero inoxidable imprimen cierto carácter futurista, a sus fachadas, que reflejan a modo de espejo las luces y formas que rodean a la pieza en cada momento, una característica por la que el escultor usa el acero inoxidable en muchas de sus obras escultóricas ya que contribuye a integrarla perfectamente en el entorno en el que se sitúa, incluso en el caso de que este sea cambiante.
CARLOS CUENLLAS
Las medidas de su interor son de 75 cm de largo por 57 cm de ancho.
Podemos ver en esta presentación diferentes planos de la escultura que nos envió su autor:
Pero, sin duda, la pequeña iglesia homenaje al peregrino en Carbajal de la Legua merece una visita para su disfrute.
Una visita en la noche de estos días, septiembre de 2021, nos permite obtener estas bellas imagenes de la escultura:
Carlos A. Cuenllas cuenta en la actualidad con un amplísimo y muy significativo currículum expositivo, con algo más de doscientas muestras colectivas e individuales tanto en España como en el extranjero, destacando varias participaciones en ARCO, el IVAM de Valencia, La Fundación Evaristo Valle, o la Fundación Marcelino Botín entre otras instituciones y museos.
La escultura de Carlos Cuenllas se caracteriza básicamente por la utilización del acero inoxidable como componente fundamental, combinando el uso del metal de procedencia industrial o por el tratamiento de las planchas de acero inoxidable.
Podemos visitar su currículum en la web de la Galería Cinabrio de León: «el arte de lo imposible» para conocer más sobre este autor.
Carlos Cuenllas es profesor de Educación Plástica, Visual y Audiovisual de la ESO en el colegio Marista San José de León, asignatura que él define como:
Una entrada directa a una dimensión artística elaborada con respeto, con tolerancia, y en armonía con muchos de los valores necesarios para la evolución de esta sociedad a mejor: igualdad, diversidad y, sobre todo, empatía junto al manejo de las emociones.
CARLOS CUENLLA
La obra que mejor conocemos del autor todos los leoneses es la «Escalera de la Vida», situada en Alvarez López Núñez, un trabajo realizado con alumnos de 3º y 4º de ESO y premiada por su valor artístico, su genialidad y ánimo, un trabajo interdisciplinar de los profesores Carlos Cuenllas, Carmen M. Alonso, Ana Belén Delgado, Patricia Barón, Ana I, Martínez de Paz y Antonio Álvarez de Felipe.
En la zona de Sariegos, no hace muchos años pues los mayores recuerdan este trabajo en el campo, se sembraban varios cereales, para el consumo doméstico del pan, alimentar a los animales, confeccionar colchones, o para la venta de grano.
Se cultivaba especialmente trigo y centeno, pero también había sembrados de avena y cebada.
El trabajo de la recolección del cereal se realizaba de forma manual en variados y sucesivos procesos, segando la espiga con hoz, con guadaña o, posteriormente, con la maquinaria que fue llegando.
El trabajo con hoz permitía una cosecha del grano más cuidadosa que con la guadaña; la avena, por ejemplo, se cosechaba siempre con hoz pues la guadaña perdía mucho grano; como veremos más adelante, la planta cortada se llevaba a la era para separar la paja del grano y se trataba de no perder producto en el prado de orIgen. No obstante, después de haber sido cortada la mies, mujeres y niños solían dedicarse a recorrer el campo segado para recoger las posibles espigas que hubiesen caído, a esta tarea le llamaban ir a respigar; en aquellos momentos, las familias no podían permitirse la pérdida de un grano de cereal.
Hoz
La siega comenzaba a partir de julio y podía durar hasta bien entrado el mes de agosto, dependiendo del año. Primero se segaban las cebadas; después, trigos y centenos, y lo último las avenas. La jornada comenzaba muy pronto, al amanecer, el calor podía provocar la pérdida de grano en el prado.
La hoz la llevaban los hombres a la espalda, colgada del cinturón; la llevaban bien afilada, pues «las herramientas son mucho más peligrosas si cortan mal»; el momento más peligroso era al efectuar el corte, no obstante, los hombres eran precavidos pues se conocía el daño que encerraba un mal uso.
La hilera de cereal que cae tras el paso de la guadaña, la hoz o la máquina, se denomina marallo.
La siega se realizaba a pleno sol durante muchas horas y, además de cubrirse para no enfermar, las mujeres se protegían para no ponerse morenas, se ataban sobre la cara el pañuelo y sobre éste se colocaban sombreros de paja de ala ancha.
El cereal cortado en la tierra se amontonaba en pequeños montículos denominados morenas; después, se llevaba a la era, y allí se hacían montones más grandes, que eran las fejinas.
HERMINIO blanco, CARBAJAL DE LA LEGUA
El acarreo
Los carros se preparaban con las pernillas, unas piezas supletorias que se ponían a los lados para poder llevar más cantidad en cada viaje.
Después de segada la mies o el cereal, se ataba en manojos. Al día siguiente, o cuando cuadrara, se iba a acarrear, con los carros preparados con las pernillas para así poder llevar más cantidad en cada viaje. Se llevaba a la era y allí se amontonaba en fejinas. Cuando había varias fejinas, aunque no se tuviera todo el cerreal allí se preparaba la trilla.
Elena Fernández García. Carbajal de la Legua
Momentos de cargar el carro en el prado de procedencia, tras la siega y descarga posteriormente en la era. Ambos trabajos se hacían al amanecer o al oscurecer para que el calor no abriese el grano. El carro se ve preprado con las pernillas para aumentar su capacidad. Fotografías facilitadas por Mar Ordóñez y Alfredo Álvarez respectivamente.
Tras la trilla en la era se acarreaba también la paja sobrante del grano para ser aprovechada en el invierno en múltiples aspectos.
Momento de cargar la paja en el carro.
Majar el trigo
Antiguamente los cereales y algunas leguminosas se majaban, o golpeaban, para separar el grano del trigo. Esto se hacía con unos aperos denominados mayales. De la antigüedad de esta técnica nos habla el calendario agrícola del Panteón de los Reyes de la Real colegiata de San Isidoro, donde observamos claramente una imagen majando. Era una tarea dura que realizaban varios hombres a la vez, golpeando al ritmo, durante dos o tres horas seguidas.
Fotografías de la maja en los años 50 en Sariegos, del Libro «Mirar Sariegos» (A.A. Alfredo) e imagen del calendario agrícola del Real Panteón de los Reyes de San Isidoro de León.
La trilla
La palabra «trigo» proviene del vocablo latino triticum, que significa «quebrado», «triturado» o «trillado», haciendo referencia a la actividad que se debe realizar para separar el grano de trigo de la cascarilla que lo recubre. Triticum significa, por lo tanto, «el grano que es necesario trillar para poder ser consumido» (wikipedia).
El trigo cortado se ataba en manojos y, al día siguiente si se podía, se acarreaba en el carro y transportaba hasta las eras, lugar comunal dónde se realizaba la trilla. Normalmente, estos espacios se situaban a las afueras de cada pueblo.
Las eras se preparaban a principio del verano, uniformando la superficie y se barrían con las escobas de varas para que quedasen bien uniformes y sin restos de hierbas que estropeasen la recolección del grano.
El trigo en la era se amontonaba en fejinas, y cuando había varias, que se consideraban suficientes, se comenzaba con la trilla.
El cereal se extendía sobre el suelo ayudándose de horcas, colocándolo en círculos concéntricos, con la espiga hacía el centro y se cortaban los ataos, que se habían hecho con el mismo cereal; a esta extensión de trigo preparada para trillar se le denominaba la parva. Se esparcían y colocaban para que no hubiese montones y quedase todo uniforme y se colocaban los trillos, que podían ser tirados por parejas de bueyes, vacas o incluso caballos.
El trillo tenía una forma rectangular, un poco elevada al extremo asemejando un trineo, estaba formado por un conjunto de tablas en cuya parte inferior se colocaban muchas piezas de pedernal, al modo de dientes. Sobre el trillo se colocaban mujeres o niños para hacer sobrepeso y que no se levantase o volcase. Estas personas se encargaban también de «sostener la pala» , es decir, recoger los excrementos que la pareja de animales podía echar ocasionalmente estropeando gran parte de la recolección, imprescindible para la manutención de la familia, por lo que se consideraba muy importante prestar atención sobre el trillo.
El trillo pasaba repetidamente sobre el cereal, troceando las mieses.
Cuando se veía por arriba medio triturada la mies, se daba vuelta al cereal, para que quedasen arriba las espigas; esto se hacía con la horca o con palas de madera y se hacía sucesivamente hasta estar toda bien triturada.
Dándole la vuelta a la trilla. Fotografía del libro «mirar Sariegos» coordinado por Alfredo Álvarez Álvarez
Después de trillada la mies se «cambiciaba«, amontonando todo y haciendo la parva, un montón de paja triturada y grano que se dejaba para limpiar al día siguiente, bien aventando de forma manual o ya con las máquinas de limpiar. La parva se aplanaba bien y se terminaba barriendo la era para echar más mies y seguir con la trilla.
En la era, a la derecha fejinas de cereal, a la izquierda el grano ya separado de la paja. Familia de Canuto Aller; fotografía del libro coordinado por Alfredo Álvarez Álvarez «Mirar Sariegos».
Barrer la era, aventar y cribar.
Una vez trillado el cereal, se barría la era para amontonarlo y no perder nada de grano.
Luego, ayudados del viento, se lanzaba al aire pequeña cantidades con una pala de madera, o con el bieldo de modo que el cereal caía por pesar más y el viento alejaba la paja, menos pesada; para esto era preciso que el día no estuviese «revuelto» y contar con aventadores expertos. Este proceso se conocía con el nombre de aventar.
Finalmente, se cribaba en la misma era para que el grano quedase totalmente limpio.
Solidaridad en la era
La recogida del cereal era esencial para el pan del año de la familia, la alimentación del ganado del que se obtendría leche y carne, y la venta del producto sobrante y obtener algo de dinero para otros gastos esenciales, por ello era de vital importancia pestar atención al tiempo atmosférico para hacer cada tarea en el momento adecuado: evitar que la lluvia estropease la mies o aprovechar el viento para aventar; por ello era imprescindible contar con la buena organización del pueblo para el uso de la era y la solidaridad de todos los vecinos, que inmediatamente acudían a ayudar a aquel que tenía la mies sobre la era si barruntaba lluvia o el mal tiempo se echaba encima limitando para todos el tiempo de cosecha.
Esta solidaridad se recuerda con cierta nostalgia, «eran tiempos de unión»; fueron momentos muy duros donde sólo se podía salir adelante con la colaboración del pueblo y el mantenimiento de «lo común».
Las eras todavía forman parte de nuestro paisaje en los pueblos del municipio:
Eras de Azadinos y Pobladura. Agosto 2021. F: Mar Ordóñez.
El descanso a media mañana: tomar las diez.
La molienda.
El trigo generalmente es molido en harina para su utilización.Un gran porcentaje de la producción total de trigo es utilizada para el consumo humano en la elaboración de pan, galletas, tortas y pastas, otro tanto es destinado a la alimentación animal. Era normal que todas las casas tuviesen su horno que arrojar para la realización del pan.
De la importancia de la producción de harinas en el municipio queda la evidencia de los molinos harineros en las cuatro localidades, tema sobre el que ya dedicamos un capítulo.
La venta o intercambio del cereal.
Para vender proporciones de cereal o llevarlo a la molienda, era necesario saber, como hoy, qué cantidades se intercambiaban. No se utilizaban tanto las medidas de peso como las de capacidad, para ello, se usaban recipientes como el celemín, la hemina, la fanega,… Estos recipientes, en forma de cajón de madera, no tenían un tamaño exacto en todos los pueblos, pero, generalmente se sabía que 4 cuartillos eran un celemín, que 4 celemines hacían una hemina, que 3 heminas eran una fanega y que 2 fanegas eran un costal; o no, porque esto era lo más habitual, pero tampoco era una fórmula exacta. Para medir la cantidad exacta se llenaba la hemina de cereal, trigo fundamentalmente, y se pasaba una tabla recta por encima para rasar.
Hemina. Cortesía Montse García
Una vez molido el cereal, se podía llevar la harina al panadero o se realizaba en casa el pan diario.
Ésta es aproximadamente la cantidad de trigo que se puede cosechar en una hemina superficial tanto de regadío como de secano.
La paja, al pajar.
Trillado el cereal y guardado el grano, la paja también había de aprovecharse y para ello se recogía en el pajar. El trabajo de retirarla no era más agradable que el de la trilla. Desde lo alto del carro, en el que se había trasladado, se arrojaba al pajar por el buraco para ello abierto, con la ayuda de una horca; en el interior se pisaba para aprovechar bien el espacio, tarea bien desagradable que ni aún dormir permitía descansar bien pues las pequeñas fibras quedaban sobre la piel.
La mecanización.
Llegaron las máquinas para cosechar y para limpiar la paja, primero con tracción manual, girando una rueda; posteriormente, se ponían en marcha accionadas por la polea de un tractor.
Limpiando cereal en la era de Azadinos.Máquina de Limpiar-F: cortesía de Montse García
EL RECUERDO DE AQUELLOS TIEMPOS EN NUESTRAS CASAS
Voces leonesas sobre el cultivo del cereal, al modo de hablar de Sariegos:
ACARREAR: llevar los cereales en el carro hasta la era para trillarlos allí.
AVENTAR: Tirar al aire la paja y el trigo recién segados para que el grano cayese hacia un lado y la paja, menos pesada, a otro. Se realizaba con palas de madera o bieldos y había que tener mucha pericia para separar adecuadamente el grano de la paja.
BÁLAGO: caña del cereal entera, antes de trillar.
BIENDA: Apero de madera que se usaba para volver la trilla cuando la paja estaba molida ya; después, para echar la grana y la paja en la máquina de limpiar y, finalmente, se utilizaba también para cargar la paja en los carros y llevarla al pajar.
Consistía en un mango de madera con una parte dentada al final, realizada en tablillas, un poco inclinadas sobre el mango y una tablilla horizontal que formaba, con los dientes de los extremos una especie de rejilla
BIENDO: Instrumento parecido a la bienda, algo más pequeño y sin los palos travesaños que lo amplían. Igualmente, se usaba para aventar y separar el grano de la paja.
BURACÓN: Ventano del pajar, Agujero grande. (Alvarez Alvarez, Alfredo)
CAMBICIO: Herramienta de madera que se enganchaba al yugo de las vacas con unas cadenas y servía para amontonar la paja en la era una vez bien molida.despues de trillar . Consistía en una o más tablas que se colocaban perpendiculares al suelo en la era y se tiraba por la pareja de vacas o bueyes para amontonar la mies; se ataba al yugo de la pareja con unas cadenas; sobre la tabla se sentaban algunas personas para hacer peso y que no levantase del suelo. Esta herramienta se hacía en la localidad por carpinteros o por personas mañosas.
CAMBÓN: Cada uno de los pedazos de madera, curvos, que unidos forman la rueda del carro, cubiertos luego por la llanta de hierro. / 2. Palo curvado que une el trillo al yugo.
CAMBONETA–CAMBICIO: Palo que une el trillo al yugo
CARGADOR: Apreo de madea que recuerda a la bienda y al biendo que se utilizaba para coger las gavillas y echarlas al carro para llevarlas a la era.
CASTRÓN: Trozo de mies que queda por segar, por no estar madura.
CERANDA O CRIBA.
CUARTADERO: Palo que une el trillo al yugo.
CUELMO: Haz de paja larga, generalmente de centeno, desprovista de grano. Estos haces de paja se guardan en casa y se utilizan con distintos fines: chamuscar el cerdo en la matanza o prender la lumbre para que cogiera fuerza el encendido de leña. Otros usos en el municipio se pierdieron o no existieron. ( A. Álvarez Álvarez, en Sariegos (1994, p. 288).
La paja majada, no trillada, se ataba en «cuelmos» y se usaban, antaño, para rellenar o hacer los «jergones». Esto eran unos colchones de paja que se ponían debajo del colchón de lana, y, el resto, para la matanza, para chamscar los cerdos para pelarlos y quitarles las cerdas (pelo).
Esta paja era de centeno que, aparte de eso se usaba par «mullir» en las cuadras. La paja de trigo, avena y cebada se usaba para dar de comer, mezclada con harina o pienso.
ELENA FERNÁNDEZ GARCÍA, CARBAJAL DE LA LEGUA
Algunas familias menos pudientes dormían directamente sobre el jergón de paja, también de hojas de maiz.
Montse García. Carbajal de la legua
ERAS: Lo define la Real Academia como espacio de tierra limpia donde se trillan las mieses.
ESCOBA DE VARAS: Apero que se usaba en la era para barrer después de la trilla.
Se usaba también en el exterior de las casas para barrer la suciedad de los animales.
Se hacían con varas de escoba (piorno), planta que formaba las sebes.
FEJINA: Montón de mies que se coloca en las eras haciendo una especie de montaña, con la espiga hacia adentro, para evitar que se mojase en caso de lluvia o que desgranase por recibir demasiado sol. La RAE define «fajina» como «Conjunto de haces de mies que se pone en las eras». En Carbajal de la Legua dicen «fejina» al igual que en otros pueblos de León como en Campo de la Lomba, en la montaña de Omaña, de donde tomamos esta fotografía donde se aprecia muy bien la colocación de la mies, de verpueblos.com
HEMINA
Imágenes de hemina y sus medidas facilitadas por RAFAEL CEBALLOS
La Real Academia de la Lengua tiene tres definiciones para hemina, las tres haciendo referencia a usos de la provincia de León:
2. f. En la provincia de León, medida de capacidad para frutos, equivalente a algo más de 18 l.
3. f.En la provincia de León, medida agraria para la tierra de secano, que tiene 110 pies de lado y equivale a 939 centiáreas y 410 m2
4. f. En la provincia de León, medida para las tierras de regadío, que tiene 90 pies de lado y 628,88 m2.
Con relación al tema que nos ocupa, la hemina es una medida de capacidad y, generalmente, no se usaba para cualquier fruto sino para cereales o, tal vez, leguminosas.
La hemina de la que Rafael Ceballos nos ofrece las medidas, tendría una capacidad aproximada de 25 litros.
La relación entre el concepto de medida de capacidad y superficie agrícola es porque “antiguamente se hacía una equivalencia entre la superficie de la tierra de cultivo con la cantidad de grano que se requería para sembrar esa superficie” (WIKIPEDIA).
HOZ: La RAE lo define como Instrumento que sirve para segar mieses y hierbas, compuesto de una hoja acerada, curva, con dientes muy agudos y cortantes o con filo por la parte cóncava, afianzada en un mango de madera.
HOCILA: Hoz de hoja más ancha de lo normal.
HORCAS DE DOS Y TRES GANCHOS
MANALES: Apero que consistía en dos palos unidos por una correa que se utilizaba para majar el trigo o el centeno.
MARALLO: Hilera de cereal o hierba que se va haciendo a medida que pasa la guadaña, hoz o maáquina de segar, y cae sobre la tierra.
MORENAS: Montones de cereal que se hacían en la tierra, después de ser cortado, para dejarlo preparado para el transporte a la era. Como la era se utilizaba de modo comunal, el cereal debía permanecer cortado hasta que tocase llevarlo, pero debía colocarse resguardado por si caía alguna tormenta, recordemos que no había plásticos; de este modo, se evitaba que desgranase o se pudriese si la lluvia era excesiva.
«Se disponían las gavillas en círculo de tal manera que las espigas de una gavilla se cubrían con las pajas de la siguiente. Así en caso de tormenta, las espigas no se degranaban. Por el contrario tenía el inconveniente de que en caso de llubia había que dar vuelta a la morena gavilla por gavilla para que se secaran»(El habla popular en Grulleros).
Corominas y Pascual suonen unorigen posiblemente prerromano común para el gallego portugués more(i)a y el vasco muru, montón (LOPEZ DE ABERASTURI, 183).
PARVA Trillada la mies se hacía un montón de paja triturada y grano al que se denominaba parva.
PERNILLAS Piezas de madera que se colocaban en el carro para aumentar su tamaño y transportar la mies o la paja.
RASTRA.- Utensilio para recoger del suelo la hierba o paja (Álvarez Álvarez, Alfredo). Estaba hecho de madera; consta de un palo ligeramente curvado hacia dentro, un poco más delgado en los extremos, con agujeros en los que encajan los dientes redondos. Se arrastraba por la era, para recoger la trilla o el grano desparramado.
RESPIGAR: Recorrer el campo segado de mies para recoger las posibles espigas que hayan caído sueltas al suelo, para su aprovechamiento. Esta labor solían hacerla mujeres y niños. El DRAE lo define del modo: 1. tr. Coger las espigas que los segadores han dejado.
SURCAÑA: Siega que se hace de principio a fin en un terreno sembrado de centeno.(ÁLVAREZ, ALFREDO)
TRILLO El trillo es una herramienta que se utilizaba para separar el grano de la paja de los cereales en la era, es decir, para trillar. Tiene un gran tamaño, de forma rectangular, con la parte anterior algo levantada del suelo, a modo de trineo, para que la mies quedase bien recogida en su parte inferior. Está formado por una serie de listones de tablas, generalmente cinco, y en su parte inferior van insertas una serie de lascas de pedernal que servían para triturar la paja y no perder ningún grano.
El trillo era arrastrado por «la pareja» que podía ser de vacas, de bueyes o incluso de caballos.
VENTANO: Ventana del pajar (Álvarez, Alfredo)
FOTOGRAFÍAS FACILITADAS POR:
Alfredo Álvarez Álvarez: recopilación de fotografía antigua que publica en Mira Sariegos
Elena Fernández García
M. Mar Ordóñez Álvarez
Montse García Fernández
Rafael Ceballos
Roberto Aller Llanos
INFORMARON
Asociación de Mujeres Santa Eulalia, de Azadinos.
Grupo de Envejecimiento Activo, de Carbajal de la Legua
Grupo «Patrimonio de Carbajal»
DOCUMENTACIÓN
ÁLVAREZ ALVAREZ, ALFREDO (1994): El pueblo de Sariegos. Ayuntamiento de Sariegos. ISBN 84-605-0669-X (pp 28-30, 285-294)
ÁLVAREZ ALVAREZ, A. (2007): Mira Sariegos. Unaluna Ed. 978-84-935703-0-9 ISBN:978-84-935703-0-9
DÍEZ, CÉSAR (2010): Aperos de la era. Revista «Un Cuaderno para el recuerdo IV» Asociación Sociocultural «La Panzuela»
Lista Alfabética de los nombres comunes de los trigos de la exposición en La Ilustración Española y Americana, Madrid, 30 nov. 1857, pag. 188
LE MEN LOYER, J-YVONNE: Repertorio de Léxico leonés. Tesis doctoral bajo la direción de Dr José Ramón Morala Rodríguez. Universidad de León, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filología Hispánica. León 1996.
Sariegos ha sido un municipio eminentemente agrícola y ganadero y, a pesar de su cercanía a la capital, y de los «tiempos modernos», conserva buena parte de la tradición de esos dos campos y mantiene con respeto y amor el conocimiento de las labores de sus antepasados.
Dedicaremos esta entrada al aprovechamiento de la hierba para el cuidado y alimentación del ganado.
La siega de la hierba
Con la llegada del calor del verano, a partir de San Isidro, el tiempo agrícola se dedicaba a la siega de la hierba de los «praos» antes de que lloviese, para secarla y almacenarla en montones de paja denominados alpacas, y de ellas se iba sacando parte para la alimentación diaria del ganado en el invierno. El mejor momento para cortar la hierba es con un clima soleado, ventoso y seco, si llueve se puede generar moho en ella y esto la estropea para la alimentación del ganado, que la rechazan y resulta muy peligrosa.
La hierba seca también se utilizaba para esparcir por los establos, para que las vacas pudiesen acostarse y para «secar» de algún modo la orina de los animales, que circulaba hacia la parte inferior, dejando una capa seca en la parte superior; esta hierba sucia era retirada y sustituida por los ganaderos periódicamente.
Antes de la mecanización del campo, la siega se realizaba a guadaña; ésta requería un ritmo muy marcado, para evitar accidentes y para aprovechamiento de la jornada.
La guadaña debería de estar bien afilada para que el corte fuera eficaz, primero se picaba, se clavaba el yunque en el suelo y con el martillo se iban dando pequeños golpes acompasados avanzando sobre toda la guadaña; después se le pasaba la piedra de agua y ¡ya estaba lista para segar! La piedra de afilar se solía transportar en un recipiente denominado «gazapo» en esta zona; los más antiguos eran de cuerno o madera, pero después también los hubo de zinc. El gazapo llevaba agua y de vez en cuando, durante la siega, el segador le daba un repaso al filo de la guadaña.
Pasado el tiempo de la siega, la guadaña debía untarse en aceite para que no se oxidase.
El duro trabajo de la siega con guadaña se vio aliviado mediante la invención y posterior fabricación de las primeras máquinas que cortaban la hierba. A principios del s. XIX en EE.UU. aparecieron las primeras máquinas segadoras tiradas por caballos. En 1851, con la Exposición Universal de Londres, estas primeras segadoras se expandieron en el mundo occidental; a mediaos del s. XX aparacen las primeras máquinas de segar sin caballos, motorizadas, pero que sólo cortaban; posteriormente se fueron perfeccionando y se consiguieron las máquinas empacadoras.
Primera máquina segadora en Sariegos
Secado y recogida en el prado.
Después de cortar, la hierba debe secarse por dos o tres días, para lo que se extendía y se le daba la vuelta periódicamente.
La hierba es peinada con un rastrillo en sentido longitudinal para facilitar que el agua resbale.
Para arrastrar la hierba y amontonarla se utilizaba el rastro, un instrumento similar a los rastrillos actuales, pero con la zona de arrastrado más larga y con el armazón de madera.
F: Cortesía de Montse García
El acarreo
La hierba cortada se trasladaba al pajar.
El carro se preparaba para el transporte añadiéndoles unas piezas laterales para aumentar su tamaño.
El carro se arrimaba al ventanuco del pajar y con gran maestría para no caerse de él se iba echando la hierba adentro con ayuda de la horca de dos ganchos.
F: Cortesía de Montse García
El pajar
Una vez recogida y seca la hierba se guardaba en el pajar. En la mayoría de las casas éste se situaba sobre las cuadras. Era una habitación con una ventana por la que se echaba el heno desde el carro, esta portezuela permanecía siempre abierta para que hubiese corriente y no se acumulase humedad sobre la hierba, la hierba húmeda podía generar moho, pero también, al pudrirse, genera mucho calor debido a la fermentación bacteriana, tanto que podía surgir una combustión espontánea y hacer arder el pajar con la cuadra y los animales debajo, incluso trasladarse rápidamente a la vivienda pues la techumbre era de madera.
Pajares en Azadinos y Pobladura conservados hasta la fecha. F: Mar Ordóñez
La hierba en el pajar precisaba ser prensada, a medida que se echaba más; para ello, solía contarse con la colaboración de los rapaces que saltaban sobre ella.
Durante el año, esta hierba se iba sacando para la alimentación de la ganadería. Para ello, se utilizaba el garabito, que servía para mesar la hierba, es decir, sacar la hierba en haces para su utilización posterior.
Garabitos. F: Cortesía de Seni Suárez
Antiguamente, la hierba se echaba suelta al pajar, sólo con la aparición de las primeras máquinas empacadoras se fue amontonando en gavillas aquí conocidas con el nombre de alpacas; estas alpacas tenían en un primer momento un formato rectangular y su peso permitía el manejo manual; en la actualidad, la hierba se agrupa en rulos para su conservación y desplazamiento y su mayor tamaño requiere el manejo con tractores o con máquinas más especializadas que realizan todo el proceso si el terreno es muy grande y la explotación tiene carácter empresarial y no de abastecimiento exclusivamente familiar.
Máquinas empacadoras más modernas en el municipio.Los rulos de hierba cobran presencia en los campos del municipio en 2021.
El recuerdo de aquellos tiempos en nuestras casas
Voces leonesas sobre la recogida de la hierba, al modo de hablar de Sariegos:
ALPACAS: Aunque la RAE no recoge en su diccionario el término de «alpaca», si no el de «paca» con su significado, el término de «alpaca» es muy generalizado en la provincia de León, siendo su uso recordado por muchas personas mayores, que lo recuerdan de sus padres, y que comienzan a utilizar el término de «paca» porque escuchan que es el correcto. El vocablo de «alpaca» como Bloque de hierba para almacenar como alimento del ganado es recogido, por ejemplo, en el diccionario folgosino, de Folgoso de la Ribera, León. Igualmente, nos lo señalan en Azadinos «aquí siempre oí alpacas en mi niñez (Seni Suárez, Azadinos). La palabra «alpaca» con este significado de fardo de hierba, también es utilizado en la montaña de Palencia.
GARABITO: gancho, garabato (DRAE). El garabito «es un palo que al final tiene un gancho, se usa para sacar la hierba del pajar» (Montse, de Carbajal). «El garabito era para sacar la hierba en el pajar porque se metía suelta (Pergentina, Carbajal). «Es un utensilio agrícola, cuya misión principal era para mesar la hierba que se metía suelta en los pajares» (Elena Fernández, de Carbajal)
GAZAPO: Recipiente donde se llevaba la piedra para afilar la guadaña. Los más antiguos eran de cuerno de vaca, de madera, y después se hicieron de zinc. Este término no lo define la DRAE pero es recordado por las personas de Carbajal de la Legua y en otras zonas de la provincia de León como en Robles de Torío o Grulleros. Curiosamente, sí encontramos el término de «gazapo» con este significado en Andalucía, como leonesismos introducidos en la región, «gazapo» y «gachapo» (ver IGNACIO LÓPEZ DE ABERASTURI ARREGUI)
Gazapo de cuerno. F: Cortesía de Seni Suárez
GUADAÑA: Instrumento para segar a ras de tierra, constituido por una cuchilla alargada, curva y puntiaguda, sujeta a un mango largo que se maneja con las dos manos. (DRAE). Este término se utiliza en todo el territorio leonés.
HORCA DE DOS GANCHOS: Apero de madera que consistía en un palo terminado en dos puntas y que se utilizaba para echar la hierba desde el carro al pajar.
PICAR LA GUADAÑA: Afilar la guadaña, ( MORALA, T: ¡Hay que picar la guadaña!: » …sin más, clavó el yunque en la tierra hasta el tope del mismo… pegó un salivazo a la punta del martillo, cogió la guadaña o gadaño por la parte de afuera, puso el filo empezando por la punta sobre el yunque, y con una cadencia casi milimétrica comenzó el ritual del “toc-toc-toc…” hasta que terminó pasados unos quince minutos…»
PRAO: Prado. Tierra muy húmeda o de regadío en la cual se deja crecer la hierba para pasto de los ganados. Aunque el DRAE recoge únicamente el término de «prado», es muy raro escuchar en lenguaje coloquial hablado en León este término, normalmente se utiliza «prao» y muy especialmente si se pronuncia en frases relacionadas con el trabajo del campo: «Voy al prao a segar la hierba».
Prado de Guadaña: prado que se siega una vez al año.
RASTRO: Apero de labranza, se compone de un mango largo de madera cruzado en uno de sus extremos por un travesaño con púas, a modo de dientes, que sirve para recoger y amontonar la hierba segada.
YUNQUE Y MARTILLO: Instrumentos que se utilizaban para picar la guadaña. El yunque se clava en el suelo y sobre él se apoya la guadaña a la que se la golpea rítmicamente a lo largo de todo su filo para que corte bien.
FOTOGRAFÍAS FACILITADAS POR:
Domingo García García
María Araceli Robles García
Mar Ordóñez Álvarez
Montse García Fernández
Seni Suárez
INFORMARON
Asociación de Mujeres Santa Eulalia, de Azadinos.
Grupo de Envejecimiento Activo, de Carbajal de la Legua
LE MEN LOYER, J-YVONNE: Repertorio de Léxico leonés. Tesis doctoral bajo la dirección de Dr José Ramón Morala Rodríguez. Universidad de León, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filología Hispánica. León 1996.
A mediados del S XIX, en León, predominaba el sistema de producción vacuna basado en el aprovechamiento de los pastos comunales.
A finales del S XIX y principios del XX llegaron a España nuevas razas de ganado vacuno que coexistían con las autóctonas; entre ellas llegaron la «frisona» y la «suiza».
A lo largo del S.XIX (1860-70) se extendió un mercado de la leche de las zonas limítrofes con León hacia la ciudad; lamentablemente, este producto fresco no aguantaba durante mucho tiempo el transporte, era un producto de venta diaria. La demanda de leche la ciudad, que estaba en notable crecimiento, propició el asentamiento de muchas granjas de vacuno en el municipio de Sariegos.
La demanda era mayor que la oferta y, por lo tanto, los ganaderos no sintieron la necesidad de transformar la leche en otros productos menos perecederos, como así ocurría con la leche de la montaña que debía sufrir un recorrido mayor para llegar fresca a las ciudades; por lo tanto, en las zonas periurbanas a la capital no se generaron industrias de producción de mantequilla o queso y sólo se vendía la leche fresca en la ciudad.
Hasta los años 30 los ganaderos consideraban que la producción de leche era más rentable que la de carne y por ello orientaron su ganadería hacia ese producto.
Manuela, de Sariegos, en la plaza de Guzmán el Bueno en León, años 50.
CUANDO SE IBA A LEÓN CON LA LECHE
Muchas familias tenían vacas y la leche que sobraba a la familia se llevaba a vender a León. Así que jóvenes y gente más mayor, durante muchos años se dedicaban a venderla por las calles de la capital leonesa.
Antiguamente, el medio más usado para llevarla era la burra y después la bicicleta, aunque también se veían carros tirados por caballos, cuando eran muchos los litros que se llevaban. Cuando en una familia había pocas vacas, suficientes para la economía doméstica, juntaban la leche sobrante de varias familias para «hacer día», esto significa que según la leche que se aportara, se podía llevar a León cada tres días, o dos días seguidos.
Por la mañana se ordeñaba pronto, porque sobre las 9:00 ya había que salir para León. Así que antes de esta hora, había que ir a la casa de la que le tocara venderla. Se medía la leche y se juntaba la fría de la noche anterior en cántaras aparte y la caliente recién ordeñada en otras. Había cántaras que llevaban 10 u 11 litros y la lechera que llevaba 8 litros.
Una vez cerradas cántaras y lecheras con un trapo para ajustar la tapadera, había que colocarlas en la bicicleta para llevar el máximo posible. Ponerlas en la bicicleta era todo un ritual: atrás a cada lado, una cántara; delante otra, donde el guía y una lechera en cada manillar y si se tenía más leche se colocaba otra lechera en el portabultos. También se llevaba dentro de un bolso el cuartillo y el litro, que eran las medidas de capacidad usados para medir la leche.
El tramo que más costaba hacer era el que iba desde el pueblo hasta la carretera general debido a que era camino sin asfaltar, había muchas piedras y era peligroso caerse o perder alguna lechera.
Una vecina de Pobladura recuerda:
«En el Valladal cuando llovía se llenaba la carretera de agua de lado a lado, pero una vez que se llegaba a la carretera Caboalles era mucha gente que encontrabas llevando cosas a vender a León. El camino estaba todo lleno de árboles que daban mucha sombra, cosa que se agradecía. Una vez que se llegaba al Crucero, había una caseta «el fielato» cerca del parque de Quevedo donde se aplicaban los impuestos de peaje y portazgo sobre el pescado y demás mercancías (huevos, verdura, leche, animales, leña…) según una tabla minuciosa de cobranza. En el fielato había unos señores uniformados que aquí les llamábamos «chiris» que controlaban que todo el mundo cumpliese las normas y que la gente tuviera la placa de la bicicleta correcta. Mucha gente allí se reunía y era raro el día en el que no se tuviese que esperar. Lo pasábamos muy bien porque todos nos conocíamos y se hablaba de muchas cosas.
Yo ya tenía clientela fija, mi ruta era por las calles del Crucero, Colón, Sampiro y José Antonio. Cuando se llegaba al bloque de casas se apoyaba la bici en la pared, se cogía la cantidad que la señora quería y se le subía al piso. A pesar de dejar la leche en la calle, nadie cogía nada. El pago de la leche se hacía a diario. Si se vendía toda la leche y se necesitaba más, o por el contrario sobraba y había que venderla; íbamos a la Plaza Mayor de León para venderla o comprarla.
Todos los días bajábamos con leche a León, de lunes a domingo, sin importar que fueran fiestas. Y todos los días había plaza. Más o menos a eso de las 13:00h. nos quedábamos de esperar donde Honorato, que era una tienda de comestibles que estaba cerca del colegio de las Pastorinas. Otro lugar de encuentro era una pastelería que estaba también por allí cerca. Así que un buen bocadillo o un pastel solíamos comer para coger fuerzas hasta llegar a casa. No todo eran risas y momentos divertidos, las chicas sobre todo lo pasábamos mal en invierno porque de aquella no era común llevar pantalones, así que casi todas llevábamos faldas con las que pasábamos mucho frío. Los sabañones estaban a la orden del día en manos y piernas.
Pero de todas las maneras fue una etapa de mi juventud que la recuerdo con buenos momentos. Se trabajaba mucho, pero el ambiente que había era muy sano y favorecía la amistad entre la gente.
celia álvarez díez, Publicado en «Un cuaderno para el recuerdo».Asociación Sociocultural «La Panzuela» 2008
Pío, el lechero de Azadinos.
En los años 50 el Sr. Pío distribuía leche por la zona de La Condesa en la ciudad de León. Su ganadería no tenía carácter familiar, si no que fue empresario de la distribución de le leche; inició su andadaura con un carro tirado por un caballo, pero se mecanizó con uno de los primeros coches que llegaron a la provincia para mejorar las condiciones de su distribución.
El ordeño de la leche:
La jornada comenzaba pronto, al amanecer, para poder hacer el reparto antes de que calentase mucho el sol y la leche pudiera «cortarse».
En los establos, o cuadras, donde las vacas se guardaban por la noche, las mujeres solían hacer el recorrido, vaca tras vaca, para el ordeño.
Para ello, se sentaban en unos taburetes de tres patas (eran así porque estos «asientan» siempre, sobre un suelo que solía acumular paja sucia), colocaban un cubo bajo la ubre de la vaca y con manos expertas y a un ritmo firme pero sereno, conseguían ordeñar la leche de la vaca.
La leche se dejaba en cubos toda la noche, para que enfriase, luego se transportaba a las lecheras que se tapaban rápidamente. Si el cubo era para el consumo familiar y la leche permanecía en él, se cubría con un lienzo de lino o algodón para proteger la leche hasta ser hervida para su consumo.
«En mi casa había 12 a 15 vacas lecheras y mi madre la llevaba a León en carro de caballo, el cual sabía todas las paradas y no se movía hasta que mi madre lo ordenaba.
En abril se compraba alguna vaca joven, jatas, que se llevaban al monte todo el verano y allá por noviembre se guardaban ya en el establo y comenzaban a dar leche.
La leche dse dejaba enfriar toda la noche en los calderos y, si había tormenta, se les ponía un hocil encima, o cualquier cosa de hierro, pues se pensaba que así no se cortaba».
INFORMANTE: ELENA FERNÁNDEZ GARCÍA, DE CARBAJAL DE LA LEGUA.
Sobre la calidad de la leche y de cómo evitar engaños
Para evitar que la leche se adulterase mezclándola con agua, existían unos profesionales conocido por el nombre de «veedores» que actuaban como inspectores midiendo la calidad de la leche y multando si se observaba que esta había sido adulterada.
Para comprobar este objetivo, utilizaban unos aparataos especiales:
Igualmente, algunas personas que llevaban la leche a vender, utilizaban en sus casas unos instrumentos conocidos como «pesa leches familiar«. Como se señaló anteriormente, cuando una lechera no tenía suficiente leche para vender en León a sus compradores, adquiría la que le faltaba de una ganadería vecina; para no ser engañada y comprobar que la leche que compraba tenía la misma calidad que la suya, utilizaba estos instrumentos de medición.
Hoy en día podemos disfrutar del pasto del ganado vacuno en los prados del municipio.
EL RECUERDO DE AQUELLOS TIEMPOS EN NUESTRAS CASAS
Fueron tiempos duros que se recuerdan con añoranza, y las familias rinden homenaje a sus antepasados con la presencia de fotografías y objetos que a veces se decoran o colocan en rincones de las casas.
Voces leonesas sobre el ganado vacuno, la producción y venta de leche, al modo de hablar de Sariegos:
ALFORJAS: Dos bolsas de tela que se unían entre ellas y que se echaban sobre el lomo de las caballerías para transportar, en este caso, las cántaras de leche que se llevaban al mercado. Antiguamente eran de un tejido con la urdimbre en lino y la trama en lana.
CANAL: Zanja que se realiza en la cuadra para dar salida a la orina y al estiércol
CUBO o CALDERO: Recipiente que se utilizaba para el ordeño de la leche. Antiguamente, los que se recuerdan o aún conservan en alguna casa, eran de zinc y ocasionalmente de «porcelana»; éstos últimos podían ser de hierro con un recubrimiento vítreo muy resistente al calor, a las manchas y a la corrosión, aunque ésto les hacía más pesados.
Con la llegada del plástico, los antiguos cubos de cinz fueron sustituidos por ser, los de plástico, mucho más ligeros.
Solían tener una capacidad entre cinco y 10 litros.
Se colocaban bajo la ubre de la vaca y las manos profesionales de las ordeñadoras (solían ser las mujeres) lo llenaban. Se solían tapar con una tela de lino o algodón para evitar que la leche se manchase con pajillas del establo o con las moscas. Cuando el cubo se llanaba, se iban rellenando las lecheras que hubiera en la casa.
La voz procede del hispano-latino cüpus, derivado, a su vez, del latín cüpa.
JATO-JATA: Becerro o Ternero (DRAE).
LECHERA: Recipiente para almacenar y transportar la leche; por lo general, de forma cilíndrica en la zona, con tapa para resguardar el producto; con dos asas a los lados superiores para facilitar el transporte. Tambíen se denominaba así a la pequeña lechera, que podría tener una capaciad de dos litros, para adquirir la compra de la leche, bien por las personas del pueblo que iban a comprarla a las cuadras de los vecinos o bien por las personas de la capital cuando recibían en su puerta al lechero o lechera.
Pequeña lechera para la adquisición de la leche para la familia, para el gasto de uno o dos días.
LITRO: Vaso de esta capacidad que servía para medir la leche que se entragaba en la venta. Inicialmente, eran de cinz y muy recientemente furon sustituídos por los de plástico.
PESALECHES FAMILIAR: instrumento que sirve para medir la densidad de líquidos como, en este caso, la leche. Etim. calco del francés pése-lait, voz atestiguada en esta lengua al menos desde 1804 como ´áreómetro que sirve para medir la densidad de la leche´. (Diccionario histórico de la lengua española).
VEEDOR: Encargado por oficio en las ciudades o villas, reconocer si son conformes a ley u ordenanzas obras o servicios; en este caso, el veedor comprobaba en la ciudad de León si la calidad de la leche que se llevaba a vender tenía la calidad suficiente o si, por el contrario, había sido adulterada.
INFORMARON:
Asocición de Mujeres «Santa Eulalia» de Azadinos.
Grupo de «Envejecimiento Activo» de Carbajal de la Legua.
Alfredo Álvarez Álvarez nos narra la celebración de la octava del Corpus en Sariegos:
«Esta es la Fiesta Mayor de Sariegos. Vamos a referir como se desarrollaba entre los años veinte a los cincuenta, que es la época en el siglo en la que podemos atribuirle quizá un mayor dinamismo y una mayor participación de los sarieguenses. A lo largo de este período había dos días de fiesta, el domingo y el lunes. El domingo empezaba con un pasacalles, a cargo de dos tamboriteros contratados por los mozos para la ocasión. Es necesario aclarar que los emonumentos que percibían dichos tamboriteros eran costeados por los propios mozos. Las mozas, a su vez, corrían con los gastos de confección de la Rosca. Así pues, los dos tamboriteros, con tambor y dulzaina, se encargaban, como ya se ha dicho, del pasacalles matutino, momento agradable que transcurría entre alegrías y cohetes, hasta uno de los momentos culminantes y más definitorios de la Fiesta, el de la Misa, en la que también participaban los citados tamboriteros.
Para la procesión, el mayordomo de la Iglesia o el Presidente, cuando el mayordomo desapareció, había cortado espadañas y tomillos con los que se había alfombrado el camino. También habían colocado ramas de chopo en las paredes del recorrido. Las mozas sacaban a hombros a la Virgen del Rosario o a la Inmaculada, mientras los mozos volteaban las campanas sin descanso.
Después de la Misa quedaba, como momento ritual, la comida. Esta consistía, allá por los años treinta, en un cocido seguido de algún guiso, para concluir con mazapán y pastas. Terminada la comida, el pueblo se dirigía al entonces inexistente barrio del Cuesto, donde los mozos corrían la Rosca. Esta era una actividad necesaria para identificar a la fiesta e incluso a alguna otra celebración como la boda, según se ha referido anteriormente. En Sariegos, se corría haciendo competiciones de dos mozos, cogiendo ambos un pequeño palo a la salida para evitar que hubiera salidas falsas. Al final, sólo un mozo podía alzarse con el premio, que solía ser media rosca, la otra media se reservaba en general para los niños.
Después de la Rosca comenzaba «el baile» en el que se bailaba preferentemente la Jota, que se prolongaba hasta el momento de la cena, una cena que podía consistir en carne con arroz, y posteriormente los más jóvenes volvían a bailar, esta vez en la Plaza del Barrio de Abajo, hasta entrada la madrugada.
Ya el lunes, era y sigue siendo importante la misa de difuntos. Se trata de incorporar a los difuntos a la propia fiesta. Por lo demás las cosas transcurrían poco más o menos como el domingo, con Rosca y Baile.»
A continuación podemos disfrutar de unas fotos de celebraciones más recientes donde la procesión se acompañaba con la presencia de los pendones de los pueblos de alrededor:
En el Aula de la Mujer de 1999 nos contaron:
Había una misa con procesión, las calles se enramaban con ramas de árboles, el suelo con espadañas, tomillo y flores, las ventanas y balcones con colgaduras, con colchas y sábanas y lo mejor que tenía cada vecino por donde pasaba la procesión, y no faltaba un altar para hacer una parada en el camino. Los mozos llevaban a San Antonio y las mozas a la Virgen. Se realizaban juegos tradicionales como el corro de lucha leonesa, la carrera de rosca y el juego de bolos. Se comía mazapán (bizcocho).
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