La celebración de las bodas en el municipio de Sariegos a principios del s. XX

La boda representaba socialmente el acto quizá más hermoso, tanto en su aspecto personal como público entre las celebraciones de las familias y de todo el pueblo. Especialmente, entre los años 40 y 70, en el transcurso de la postguerra española, aunque su celebración era humilde, significaban un momento de alegría y convivencia que tal vez no podía darse en otras circunstancias.

Igualmente, para la pareja que contraía matrimonio, significaba un punto de inflexión crucial en sus vidas. Para el hombre «era sin duda la ratificación como adulto, como alguien con capacidad para decidir, capacidad que los tiempos han atribuido al servicio militar, el equivalente a las ceremonias de iniciación de otras culturas, momento a partir del cual el hombre podía y debía buscar en la vida un camino propio. Quizá por ello, para éste, el tiempo corría más deprisa a partir del momento en que regresaba al domicilio paterno después de cumplido su servicio».

Matilde y Miguel. Años 40

«Para la mujer, sin embargo, la boda significaba un principio de libertad, ya que su capacidad de decisión no era excesiva, pero sí un principio para disponer de un espacio propio como era su casa, sus hijos, que generalmente llegaban pronto y, naturalmente su marido, persona que ostentaba una relativa autoridad y a quien la mujer debía, ante todo cuidar. El marido era, en teoría, quien realizaba los trabajos más duros y por tanto su salud era un bien preciado para toda la familia». 9(1)

La pedida

La pedida de mano es una tradición muy antigua que se hace desde la época romana.

Generalmente, es el hombre quien pide en matrimonio a la mujer, pero en muchas ocasiones era, y es, algo que se hablaba y decidía en la pareja en común. Igualmente, esta comunicación se llevaba a los padres de la novia y, aunque tiene un cierto carácter de «pedir permiso» en realidad es una comunicación formal de la decisión y una presentación de la pareja que, en muchos casos, ya era conocido por los padres.

Esta celebración solía realizarse entre tres y seis meses antes de la boda y solía realizarse una merienda en casa de la novia donde eran invitados los padres de la pareja.

En este acto solía haber un intercambio de regalos o se le entregaba a la novia un anillo de compromiso.

Amonestaciones o proclamas

Previo a la celebración del matrimonio eucarístico, se debían de hacer tres proclamas o amonestaciones en las misas anteriores. Establecidas en el concilio tridentino. De este modo, era imposible mantener la celebración de la boda en secreto, aún más, se buscaba que este acontecimiento se celebrase con la autorización paterna y aún de toda la comunidad quedándose expuesto a que alguien presentase objeciones para frenar el enlace.  Cumplidos los precedentes, incluso a veces el del Rastro, que se explicará más adelante, el día de la boda, que era una fiesta donde participaba todo el pueblo, comenzaba al son de campanas a voleo y ruido de cohetes.

Echar el rastro

Echar el rastro es una tradición muy antigua de las bodas en toda la provincia de León, que se está recuperando en algunas ocasiones.

La celebración de las bodas en los pueblos, sobre todo cuando se hacían «los tratos», la «pedida de mano» entre las familias del novio y de la novia se procuraban mantener en secreto el mayor tiempo posible por si las cosas no se encauzaban satisfactoriamente y el matrimonio que se pretendía celebrar no se llevaba a efecto o simplemente porque no se quería dar publicidad a los acontecimientos antes de celebrarlos ni dar pábulo a la curiosidad.

Pero, si los mozos del pueblo se enteraban de que dos personas del pueblo se iban a casar, se reunían la noche antes de los pregones y hacían dos senderos de paja de casa del novio a la iglesia, y lo mismo de casa de la novia. A la puerta de la iglesia, donde en muchos casos se juntaban los rastros, se echaba un pequeño montón.

El rastro era temido y respetado por todos, por lo que, cuando alguien se iba a casar, se cuidaba mucho de no darlo a conocer, sobre todo a personas que no fueran de toda confianza.

La familia se une a la ceremonia

Normalmente, las bodas son momentos de ceelbración para toda la familia extensa, en muchas ocasiones constituyen los pocos momentos en la vida de reencuentro con primos y tíos. Dependiendo del poder adquisitivo del núcleo familiar, las invitaciones se extendían más o menos.

Antes de los años 60 era habitual que toda la familia residiese en el pueblo de los novios. La boda solía celebrarse en la localidad don de residía la novia y, si el novio no era de la localidad, era su familia la que se desplazaba a la de la novia.

A partir de los años 60, tras el gran éxodo del medio rural, familia de las dos partes vivirían incluso fuera de la provincia.

Normalmente los familiares se ponían de acuerdo para llegar al punto de la ceremonia en autocar.

Boda de Lorenzo y Pepa. Años 60

Camino a la iglesia.

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Los novios se vestían cada uno en su casa.

Hasta los años 50 -60, la novia vestía enteramente de negro, con velo, mantilla, medias y zapatos, negros. En ocasiones, llevaba un ramito de azahar en la solapa, que solía estar realizado con lágrimas de cera, simbolizando la pureza. Esperaba al novio en casa, cuando éste llegaba, impecablemente vestido con su traje nuevo, ambos, junto con los invitados que se habían acercado todos a casa de la novia, se dirigían a la Iglesia entre la fiesta y el regocijo general.

Camino al altar. Agustín y Mariluz. Años 50
Camino al altar. Años 60

En muchas ocasiones, a la comitiva familiar se unía un grupo de músicos contratados y se celebraba antes de la comida un baile vermouth.

Acompañamiento musical hacia la iglesia

Lo novios con su comitiva llegan a la iglesia

Don Constanino, cura párroco de Pobladura del Bernesga, acompaña a unos novios al altar.

Al llegar a la iglesia, el cura acompañaba a la pareja desde la entrada hasta el altar, acompañando el acto de unos responsos.

Posteriormente, procedía a casarlos y una vez casados, novios e invitados oían misa, al término de la cual la pareja firmaba el acta matrimonial con la firma de los padrinos como testigos.

Firma del acta matrimonial en la sacristía de la Iglesia de Pobladura del Bernesga
Gabriel y Severina firman su acta de matrimonio en la iglesia de Carbajal de la Legua

Al salir de la boda, algunos mozos tiraban cohetes, y los padrinos tiraban caramelos a la chiquillería.

También era el momento de realizar las fotos de grupo, normalmente la recien pareja de casados con los padres y padrinos en el interior de la iglesia y con todos los familiares en el exterior. Dependiendo del momento histórico y de las posibilidades de cada casa se realizaba una fotografía «de estudio» o varias bien por un fotógrafo profesional o par familiares y amigos de los novios, con las primeras cámaras que llegaron con carrete de blanco y negro.

Alejandro y Julita con sus padrinos. Años 50
Cesidio y Manolita con sus padrinos. Años 60
Retrato de familia en la boda de Adelaida y Lupercio, años 60.
Consuleo con María y Palmira. Años 60
Boda de Pedro y Minerva. Años 70
Boda de Porfirio y Minda. Años 70

El banquete de bodas

«Entre caramelos y confites, la comitiva llegaba al lugar del banquete, que era, cómo no, la casa de los padres del novio o de la novia. En ésta, y durante los días anteriores, había reinado un inmenso bullicio. Se había sacrificado un ternero o un cordero, o quizá una oveja, y había sido necesario hacer unos cuantos mazapanes, tartas, roscas, bollos, una Rosca para correrla… todo ello para que el banquete nupcial estuviera a la altura del momento.

«El menú podía estar compuesto por un cocido o arroz con carne, aunque el segundo plato era, casi siempre, la carne del ternero, cordero u oveja guisada. La comida terminaba con arroz con leche, mazapanes, pastas… y toda la repostería que la imaginación y la economía habían aconsejado. Todo ello, naturalmente regado con un vino del país» (op.cit.).

En los años 60 -70, la familia contrataba un cocinero que preparaba el banquete en la casa y se alquilaba también la vajilla para la celebración. Las amigas o hermanas de la novia ayudaban en la celebración del banquete. Sus delantales blancos eran tradicionales y se solían preparar para la ocasión.

Menús de bodas

Nos hacen llegar el menú de alguna de las bodas celebradas en la zona.

En Carbajal de la Legua:

» Vino un carnicero que también era cocinero, compró mi padre una ternera y el cocinero se la preparó. La comida fue patatas con carne y detrás carne guisada. Mi made hizo galletas de manteca y unos mazapanes (En León, bizcochos), tenía un horno de leña de aquellos antiguos. Y para la cena, con los huesos de la ternera hizo una sopa y detrás filetes.

La vajilla fue alquilada por un señor que venía vendiendo telas. Fue un dia muy bonito que duró 56 años. Fuimos muy felices» .

En Azadinos nos cuentan:

Así fue el menú de mi boda: entremeses de fiambre y quesos (todo casero). De primer plato, menestra de ternera y verduras. De segundo plato: pollo asado, conejo guisado y filetes de ternera con guarnición. Y de postre, tarta y duleces variados. Se celebró en el año 1967.

Las bodas generaban mucho trabajo en la familia, y también mucho gasto pues era difícil abordar el menu para invitar a toda la familia, pues nadie podía faltar. Sin embargo, se vivían con gran alegría y entusiasmo y esta felicidad se recordaba toda la vida.

Correr la rosca

Después de la comida, los hombres, corrían la Rosca, que era un bollo realizado en masa de pan, o bizcocho que en esta zona se conoce como mazapán, con el nombre de la novia con clara de huevo a punto de nieve, similar a lo que hoy conocemos como roscón de Reyes.

La rosca la regalaba la madrina de la novia. La rosca se ataba en un punto y los mozos del pueblo, solteros y casados, corrían para ver quien llegaba primero a cogerla. Era un modo de pasar la tarde porque en realidad luego se compartía en una merienda.

El Baile

El baile comenzaba con los tamboriteros contratados para la ocasión, tambor y dulzaina en ristre, hacían las delicias de los asistentes, que para entonces ya eran todos los habitantes del pueblo.

El baile terminaba a la hora de la cena, que seguía entre alegría y bromas hasta alcanzar uno de los momentos culminantes para los novios. Este llegaba una vez concluida la cena; las mozas cantaban y tocaban la pandereta mientras los invitados comenzaban a poner sobre la mesa sus regalos. Era, claro está, un momento dulce, de bromas, alegrías… y algún que otro pequeño desengaño.

Al día siguiente, con la tornaboda, se celebraba un nuevo banquete, y también por la tarde los tamboriteros volvían a deleitar a los asistentes al baile hasta la cena, que el último rito público de la boda.

EL PISO

Era el pago que realizaban los forasteros, sólo los hombres, cuando se casaban con una moza del pueblo. Este piso se pagaba a los mozos y hoy no existe, pero podemos decir, que en 1930 eran unas 25 pesetas, que los mozos, normalmente, empleaban en vino. Aunque no siempre el pago se realizaba en dinero. A principios de siglo lo normal podía ser un cántaro de vino, aunque a partir de la segunda mitad del siglo se fue derivando hacia entregas pecuniarias y finalmente desapareció en la década de los 70 o principio de los 80.

La cencerrada

Si uno de estos mozos casaderos se negaba a pagar el piso, o también si el que se casaba era un viudo, se les aplicaba la cencerrada. Para ello los jóvenes se reunían portando cenceros, latas… y cualquier objeto con el que pudiera hacer ruido y, situándose frente a la  casa de los recién casados gritaban, aporreaban las latas…etc, para mostrar su desacuerdo en el primero de los casos y en el segundo para mofarse, pues en definitiva la cencerrada representaba una forma colectiva de burla, castigo o desprecio ante un acto concreto.

Nuestros padres, en otros municipios.

El municipio de Sariegos se sitúa en el alfoz de León capital; es un municipio con mucho crecimiento al que continuamente llegan a residir personas de otros puntos de la provincia, o de otras provincias. Todos son bienvenidos y forman parte de nuestra comunidad rápidamente. Os participamos los recuerdos de las boda de los padres que residieron en otras localidades, pero que se celebró de un modo muy similar a las celebradas en Sariegos a principios del siglo pasado.

Boda de Juventino y Águeda, en 1949, en Palacios de Rueda, padres de Ángela, Sariegos.

DOCUMENTACIÓN

ALONSO PONGA, José Luis(1982): La Cencerrada. Cervantes Virtual. Documento fuente: Revista de Folklore. Tomo 2b. Núm. 21, 1982

(1) ÁLVAREZ ÁLVAREZ, ALFREDO (1994): El pueblo de Sariegos, pasado y presente. León (pp 50-52). ISBN: 84-605-0669-X

ÁLVAREZ ÁLVAREZ, ALFREDO (2022): Página personal.

ÁLVAREZ ÁLVAREZ, ALFREDO(2022): Blog

ÁLVAREZ ÁLVAREZ, ALFREDO (Coordinación) (2007): Mira Sariegos, Imágenes para un siglo.

Blog de La Panzuela (2013): LA COSTUMBRE DE ECHAR EL RASTRO EN POBLADURA DEL BERNESGA.

LAURA (2013) : Echar el rastro (tradición leonesa)

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, RAMÓN (2021): Mujeres y matrimonio ante la justicia eclesiástica. Universidad de Castilla-La Mancha, España. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 1, pp. 823-840

Instituto de Estudios Auriseculares

FOTOGRAFÍA

ÁLVAREZ ÁLVAREZ, ALFREDO (Coordinación) (2007): Mira Sariegos, Imágenes para un siglo.

ÁNGELA FERRERAS, Sariegos

SEVERINA, Carbajal del Bernesga

INFORMARON

Asociación de Mujeres Santa Eulalia, de Azadinos.

Grupo de Envejecimiento Activo, de Carbajal de la Legua.

Grupo de Cuidadores COCEMFE, municipio de Sariegos.